martes, 2 de diciembre de 2014

003. Familia Vergara: “vinimos para que no vuelva a morir nadie más”


José Guillermo Vergara (25/6/1953 - 26/9/2014 - Foto gentileza Dana Vergara).



G
uillermo Vergara tenía 61 años cumplidos cuando perdió la vida, de una manera absurda y trágica, debido al pésimo estado del cruce de Tres Esquinas.
Aquel fatal 26 de septiembre había estado recorriendo en su moto la zona aledaña a Salto de las Rosas, para vender las rifas de los hospitales Notti y Schestakow; de ello vivía desde diez años atrás, cuando le fue negado el seguir trabajando como enfermero —la profesión de toda su vida—, a raíz de un decreto que lo obligaba a obtener un título actualizado... de enfermero.
Ese día, un poco antes de las nueve de la noche, regresaba a su hogar en El Cerrito después de toda una jornada de trabajo; pero nunca llegó.
Nora Forquera, su viuda, también es enfermera. Si bien llevaba siete años separada de Vergara, mantenía con él una excelente relación; ambos tenían en común a Dana, su hija de 15 años, quien tenía adoración por su padre, a quien veía con frecuencia, dado que todos vivían en el mismo barrio.
La noticia del accidente cayó como un mazazo en Dana y su madre; un golpe duro, helado, del cual tardaron dos meses en comenzar recién a reponerse.
Dana le decía a su madre que ya era hora de hacer algo; no sabía bien qué, pero sentía la necesidad de hacer algo. Movida por el amor de su hija, Nora se subió un buen día a su moto, y partió en dirección a Tres Esquinas; era el jueves 20 de noviembre. Allí no encontró nada; ni una señal, ni una muestra del accidente, ni un recuerdo de lo que había pasado.
De regreso a su casa, tuvo que detenerse en un lubricentro de La Pichana para cargar combustible, y preguntó a la empleada si sabía algo del accidente; la mujer no sabía nada. Fue entonces cuando Nora fijó su atención en una pila de ejemplares de “Una voz de Cañada Seca”, que había sobre el mostrador, y tomó una de ellas.
Al empezar a leerla, vio el nombre de su ex marido; y pensó en los avatares del destino, que la llevaron hasta allí, para que pudiera encontrar lo que no había hallado en Tres Esquinas.
Apenas llegada a casa, leyó junto a su hija el periódico; y Dana, de inmediato, envió a la Redacción el siguiente mensaje, que conmovió profundamente a todos los presentes:
Hola: soy la hija de Guillermo Vergara. Hoy llegó a mis manos “Una Voz de Cañada Seca”; quería agradecerles por esta movilización, y unirme a ustedes en el reclamo. Un saludo: Dana Vergara y mi mamá, Nora Forquera”.
En el acto se las llamó por teléfono, y se las invitó a participar de la asamblea del día siguiente en Tres Esquinas; donde los Vecinos por la Comunidad —y también las autoridades presentes— pudieron conocer a ese testimonio vivo de la vida de un hombre, su herencia más sagrada: su hija, a quien la indiferencia de décadas de los funcionarios, le había arrebatado al padre.
En el transcurso de la asamblea, ambas mujeres sólo tomaron la palabra para decir que habían venido, “para que no vuelva a morir nadie más”.
Al terminar la reunión, Nora manifestó que deseaba pintar una estrella amarilla en el lugar del accidente; se llamó entonces al concejal Morán, quien hizo la llamada necesaria para conseguir la autorización. La fecha quedó fijada para el domingo 30 de noviembre, a las 10:00 horas; una cita de honor para los vecinos, y en particular para este periódico.
Por último, y a modo de despedida, Nora y Dana convinieron en reunirse con los vecinos al menos una vez por mes; dado que, por la distancia, les resulta imposible asistir a las reuniones de los viernes.



No hay comentarios:

Publicar un comentario